Retorno a Cap de Llauset, el control remoto

Tras el paréntesis de la pandemia, este año volvimos a contar con un numeroso grupo de voluntarios del club en la 9ª edición del Gran Trail Trangoworld Aneto Posets, para hacerse cargo del control del refugio Cap de Llauset por donde pasan las dos distancias más largas de la prueba: Ultra Trail (105 Km) y Vuelta al Aneto (55 Km).

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El control está situado a 2425 m de altitud en el Km 31,5 de ambas carreras, tras sobrepasar su sector más alejado y caótico: diez kilómetros de bloques graníticos desde que se deja atrás el plan de Aigualluts, rodeando el flanco oriental del macizo de La Maladeta. Por carretera, son casi dos horas desde la salida y meta de Benasque, a las que hay que sumar otra hora larga de caminata desde la presa del embalse de Llauset (2200 m de altitud), último punto accesible en vehículo.

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Esta ubicación hace que resulte de difícil cobertura por parte del voluntariado. Para nuestro grupo, desplazado desde la ciudad de Teruel en la otra punta de Aragón, solo supone alargar un poco el viaje, a condición de dirigirse directamente al refugio sin pasar por Benasque. Tras reunirnos el viernes por la tarde con los dos responsables del control, del club organizador Peña Guara, se desempaqueta el material transportado en helicóptero y se instalan tres carpas: dos de avituallamiento y una de asistencia médica.

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En esta calurosa edición hubo bastante trabajo para los sanitarios, sobre todo con los participantes de la Vuelta que llegan aquí en las horas centrales del día. A los esguinces y erosiones habituales por la roca, se sumaron varios cuadros de deshidratación y agotamiento extremo, que en un caso motivaron la evacuación en helicóptero de una participante, incapaz de descender al embalse por su propio pie.

El alimento sólido incluye pan de molde con fiambre y queso, dulces (galletas, gominolas y membrillo), fruta (melón y plátano) y frutos secos; el líquido, coca cola y bebida isotónica en latas. Se usan como mostrador tres mesas surtidas con un poco de todo, para dar fluidez en los momentos de aglomeración, otra más para cortar la fruta y preparar los sandwiches y una quinta con los termos de café y caldo, que se cocinan por la mañana. Se monta también una barra de grifos de agua unidos por una manguera con una toma interior, un cable con bombillas para iluminar las carpas y altavoces para la música, que debe estar previamente descargada en los móviles, ya que no hay cobertura telefónica o wifi.

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La noche del viernes, hay que intentar dormir algo hasta las cuatro de la madrugada, hora de colocar las bandejas, preparar las bebidas calientes y esperar los primeros frontales de la Ultra, que aparecen por la ladera de la Tuca de Angliós antes de las cinco. Diecinueve voluntarios pueden parecer muchos, pero queda por delante una jornada de quince horas en la que asumen, además de la preparación y reparto de avituallamiento para 900 corredores, asistencia sanitaria, montaje y desmontaje, registro de dorsales, acompañamiento de retirados al aparcamiento del embalse, y hasta pequeñas reparaciones de calzado o bastones.

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De 10:30 a 11:30, entre el paso del último de la Ultra y del primero de la Vuelta al Aneto, hay un periodo de descanso que viene bien para afrontar la hora punta de la Vuelta, que coincide con el horario de comida del refugio, en la que los voluntarios deben turnarse. La llegada de los escobas que vienen cerrando la marcha, hacia las 6 de la tarde, marca el final de la tensión: faltan cosas por hacer pero el ambiente se relaja, hay tiempo de ofrecer al personal jamón de Teruel y, con suficientes operarios, todo queda recogido antes de la cena. Al día siguiente, cumpliendo casi una tradición, bajamos a la presa dando un pequeño rodeo por los Estanys y Collado de Angliós, todavía en Aragón, para conocer mejor el espectacular paisaje de alta montaña que nos rodea.

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La comidas y pernoctas son gratuitas para los voluntarios. Aunque el trabajo sea a ratos exigente, la comodidad del refugio, y la atención de sus guardas y empleados, no tienen nada que ver con los años anteriores a su construcción, cuando el control se instalaba en la presa con las tiendas de campaña sobre el asfalto, sin servicios ni agua corriente (Crónica desde Llauset en 2015). En cualquier caso, se ve compensado por la satisfacción de colaborar con otros clubes aragoneses y formar parte del gran equipo que organiza este evento deportivo para aficionados, uno de los más importantes en su género a nivel nacional, con indudable repercusión económica en todo el valle de Benasque. También, por qué no decirlo, de saludar a corredores conocidos de Teruel o del resto de la provincia, que a veces se sorprenden de encontrarnos aquí.

Gracias a los voluntarios que habéis representado al club, con una disposición y eficacia que ya se conocen más allá del collado de Ballibierna, y enhorabuena a un grupo que ha sido de lo más completo, positivo y polivalente. Invitamos también al resto de los socios a vivir esta experiencia diferente en el futuro.